¿No puedes verlo bien? pulsa aquíHistorias con delantalSábado 17 de septiembre de 2022 Puesto de fruta del Mercado Central, un templo del producto donde nunca fallarás. Juan J. Monzó Levanta el culo del sofá y ponte a cocinar VICENTE AGUDO Hola ManuelPodría clavarme palillos bajo las uñas, o quizá tomar un par de chupitos de salfumán. A lo mejor estaría bien escuchar en bucle un cedé de reggaeton o hacerme cortes profundos en el empeine del pie y verter un buen puñado de sal, pero del Himalaya, que está muy de moda. Podría hacer todo esto si quisiera torturarme, pero hay otras formas de hacerme daño sin que corra la sangre. Basta dar un paseo por los grandes supermercados para que los ojos se me queden como los de Alex, el excéntrico protagonista de la Naranja Mecánica. Pero estas grandes cadenas no tienen toda la culpa . La de gilipolleces que este tipo de empresas pueden llegar a ofrecer en sus lineales son directamente proporcionales a la demanda que reciben. Sí, no mires a los lados. Esta pseudoestadística de ir por casa nos implica a ti y a mí.Hemos llegado a un punto de vaguedad culinaria que sólo nos falta pedirle a la cajera que venga a casa con nosotros y nos prepare el pollo al horno. Esto que acabo de decir es una chorrada infinita, pero no la pierdas de vista, pues es más que probable que en un futuro no muy lejano se convierta en una realidad. Nos hemos vuelto muy holgazanes en cuanto a alimentación se refiere. Y lo más jodido de todo es que ponemos como excusa que no tenemos tiempo. Entre el trabajo, la casa, los niños y sus extraescolares o sacar al perro se consumen enseguida las horas del reloj. No queda apenas nada para dedicarle a cosas importantes como cocinar. Pero a mí no me engañas . Tiempo hay, aunque crees que no porque parte del que te sobra te lo pasas enganchado al móvil y a las series. “Cariño, hay que darles fruta a los niños y el capítulo está a punto de empezar”, dice ella. “No te preocupes, vida mía, que he comprados una bandeja en el súper con el melón ya cortadito”, replica él resolutivo. Y así todo.Las redes sociales sirven muchas veces para constatar cosas que crees que sólo pasan en tu entorno más cercano. Esto me pasó recientemente cuando me llegó al móvil una imagen en la que se ve una bandeja donde bien cabrían una docena de sardinas con cierta holgura, pero sólo había una . Sí, las leído bien, UNA. Cuando vas a pagar te cobran las bolsas que pidas para que el planeta no implosione, pero ellos no se cortan un pelo en usar plástico hasta para envasar un triste y solitario espárrago. Pero no nos vengamos arriba y enarbolemos la bandera de Greenpeace, porque si ellos hacen eso es porque nosotros lo consumimos. Sin más, no le des más vueltas.Antes de escribirte esta carta, me he pateado varios supermercados en busca de esos productos que ejemplifican la pereza en la que nos vemos inmersos y de paso he llenado mi batería de mala hostia. Una caja de melocotones a granel y bandejas con seis unidades al lado para que no pierdas 30 segundos de tu vida en ponértelos tú; botes de plástico con la zanahoria pelada y cortada en bastoncitos para que no te hagas un esguince en la muñeca; bandejas con calamares más blancos que la dentadura de Jim Carrey y totalmente fileteados por si en tu casa no tienes cuchillos; o esos recipientes con múltiples frutas en daditos para que nuestros hijos coman variado y a nosotros no nos dé un ictus del esfuerzo.Somos lo que compramos, es decir, vagos. Pero en esta carta te voy a poner deberes. Ya ves, empieza el curso y me he vuelto un tocapelotas. Pero creo que lo agradecerás. O eso o me esperarás a la salida del periódico con una caja de palillos y sal del Himalaya. Ve a la pescadería y vas a comprar una sepia fresca, de esas que hay oscuras por la tinta. Pero cuando te pregunten si quieres que te la limpien dile que ya lo harás tú en casa. Sé que puedes, aguanta. No caigas a la tentación . Sí, respira hondo, y dile que ha oído bien, que de esa tarea te encargarás tú. Este es un claro ejemplo de lo que te estabas perdiendo por comprar este cefalópodo perfectamente blanqueado y envasado. Al llegar a casa, y cual cirujano Cavadas, vas a extraer con un cuchillo pequeño o unas tijeras la tinta y una especia de bolsa que contiene un líquido marrón espeso que se llama melsa, maravillosa palabra valenciana que significa bazo. En contados establecimientos tendrán la paciencia de darte esta joya cuando pidas que te limpien la sepia, pero lo puedes hacer en casa. Te aseguro que vale mucho la pena, porque ese mejunje aglutina todo el sabor del bicho en cuestión. Ponlo en un guiso o en el sofrito de una paella de pescado y tus comensales te sacarán a hombros cual pirotécnico el día de San José. Si ya te quieres poner una medalla, dentro de la sepia hay una parte dura que se llama jibión y que, básicamente, es un suplemento de calcio para animales. Dáselo a ese vecino que tiene canarios, seguro que le alegras el día. Pero, oye, que si todo esto te da pereza, pídele al pescadero que lo haga. Lo importante es que no vayas a la bandeja fácil.Ya no va a hacer falta que cojas una esterilla y te pongas esas mallas que a duras penas te entran para ir a hacer ejercicios de relajación. A partir de ahora, colócate un delantal y tocarás el cielo despedazando un pollo entero para descubrir la de cosas que se pueden hacer con todo lo que sale. Si no has logrado la paz interior, por lo menos saca al sádico que todos tenemos dentro y emula al protagonista de la serie Dexter. Hay muchos caminos para alcanzar el Nirvana. Elige el tuyo. 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