Intentando imitar a los oponentes del autócrata de Bielorrusia, la disidencia rusa comienza a constituir sus propios grupos de resistencia armada, algunos de los cuales combaten en Ucrania

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- JAVIER ESPINOSA-Enviado especial
Actualizado Viernes, 23 septiembre 2022 –
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La presencia de la bandera rusa opositora -la enseña blanquiazul- es una imagen omnipresente en los pequeños estudios del canal ‘Mañana de Febrero’. “Le hemos quitado la franja roja (presente en la insignia oficial), que simboliza sangre”, asegura Aleksey Baranowsky. Alguien ha estampado en los muros de las instalaciones lemas como “Revolución” y un cartel que copia otro icónico de la era soviética instando a delatar a los espías.
La presentadora Olga Volkona está enfrascada en entrevistar a varios expertos que analicen el anuncio de la movilización rusa dictada por el presidente Vladimir Putin.
Baranowsky es honesto. ‘Mañana de Febrero’ no es un canal de información, dice. Es el apéndice propagandístico de una nueva facción opositora que ha decidido “derrocar a Putin con las armas”.
“Nuestros periodistas son guerrilleros de la información. Nuestros corresponsales en Rusia viven en la clandestinidad“, asegura el abogado ruso de 41 años, instalado en la capital ucraniana desde 2013.
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Educados en un sistema donde las delaciones y la represión eran una constante, las citas con los opositores rusos en Ucrania están rodeadas siempre del secretismo. Maximiliano, de 48 años, solo acepta hablar sin revelar su apellido y bajo la atenta mirada de otro personaje que no quiere identificarse pero que interviene para establecer límites en la conversación en el mejor estilo de los servicios de seguridad que han dominado la región desde hace décadas. El ruso de 48 años se presenta a la cita nocturna vistiendo el uniforme de la Legión Libertad de Rusia. Un atuendo color camuflaje decorado en el hombro con la misma enseña azul y blanca y un puño.
Maximiliano es uno de los pocos miembros que se vinculan a esta formación paramilitar que aceptan mostrar su rostro. En las contadas apariciones en público del grupo sus integrantes suelen aparecer cubiertos con capuchas negras. Originario del Cáucaso, licenciado en pedagogía e instructor de formación física, Max afirma que llegó de forma irregular a Ucrania hace tres meses. “La sociedad rusa es como una gran acumulación de TNT. Necesitan un detonador para explotar y queremos ser ese detonador”, explica.
Baranowsky y Maximiliano se integran en una incipiente nebulosa de oponentes rusos que pretende emular a los adversarios del autócrata bielorruso Alexander Lukashenko, que han constituido formaciones armadas en Ucrania con el objetivo final de derrocar al aliado de Putin. “Nosotros buscamos lo mismo. Nuestro objetivo no es solo liberar Ucrania, sino acabar con Putin y su sistema”, agrega el paramilitar.
Representados por el ex diputado del parlamento ruso Ilya Ponomarev, este político se ha sumado a la larga plétora de nombres que pretenden representar a quienes no comparten el ideario de Putin junto a personajes más conocidos por el público occidental como el ex ajedrecista Garry Kasparov, el encarcelado Alexei Navalny, el ex primer ministro Mikhail Kasyanov o el oligarca Mijail Jodorkovski.
Muchos de ellos han participado recientemente en el llamado Congreso de la Rusia Libre que se ha celebrado en Lituania, que ha vuelto a dejar en evidencia la desunión de un conglomerado que dista mucho de tener la capacidad de convocatoria que llevó a decenas de miles de personas a protestar en las calles de muchas ciudades rusas a finales de 2011 y 2012.
Los seguidores de Navalny se han ausentado de la cita, mientras que Kasparov y Ponomarev se han enzarzado en recriminaciones mutuas en las que el primero ha acusado al antiguo parlamentario de ser un “payaso” y el segundo ha optado por organizar su propia comparecencia pública en Irpin (Ucrania) acompañado de uniformados de la Legión rusa.
Oleksiy Arestovych, uno de los asesores del presidente ucraniano, indicó en junio que esa agrupación armada está integrada por “unos pocos cientos” de hombres. La formación suele distribuir vídeos del entrenamiento de sus integrantes en Telegram y, en junio, anunció la incorporación a sus filas de Igor Volobuyev, quien fuera vicepresidente de la firma rusa Gazprombank y que escapó de Moscú en abril. “Ellos (Kasparov) hablan y nosotros estamos combatiendo. Ellos dicen: parad la guerra. Nosotros decimos: hay que ganar la guerra. Putin solo entiende el lenguaje de la fuerza y, por eso, hay que destruirle con las armas”, relata el propio Ponomarev en una conversación a través de internet.
Conocido por ser el único legislador ruso que votó en contra de la anexión de la Crimea ucraniana en 2014, Ponomarev ha asumido la representación no solo de la Legión Libertad de Rusia y del canal ‘Mañana de Febrero’, sino también del desconocido grupo que se atribuyó el asesinato el 20 de agosto de Daria Dugina, la hija del ideólogo del Kremlin, Alexander Dugin: el Ejército Republicano Nacional (NRA).
El NRA aprovechó ese asesinato -criticado por otros opositores- para difundir en redes sociales un comunicado en el que anunciaba su intención de “derrocar” y “destrozar” a Putin y toda su cohorte, al tiempo que pedía a los soldados rusos que se unieran a sus “filas” y “enarbolaran la bandera blanca y azul de la nueva Rusia y no la tricolor deshonrada” por el actual mandatario.
Según Ponomarev el acto de Irpin se organizó para establecer de forma pública una colaboración entre la Legión rusa y los activistas del NRA. “Hace varios meses que los militantes del NRA se pusieron en contacto conmigo y me dijeron que preparaban algo grande. Poco antes del asesinato me dijeron que estuviera atento a las noticias y después me enviaron fotos de lo ocurrido. No fue un error. Daria era tan culpable como su padre. El único error es no haber conseguido matarlos a los dos”, afirma.
Moscú atribuyó este atentado a los servicios secretos ucranianos e, incluso, identificó a la supuesta agente que participó en dicho ataque. Kiev rechazó tal señalamiento.
Hasta ahora, no existe ninguna prueba que confirme la existencia del NRA, aunque las propias autoridades rusas han reconocido la multiplicación de actos de sabotaje contra varias oficinas de reclutamiento y líneas de ferrocarril en los últimos meses, una táctica copiada de las que utilizan los opositores de Bielorrusia. La responsabilidad de varios de estos actos ha sido asumida por otro grupúsculo, la Organización de Combate Anarco-Comunista (Bo-Ak), que también mantiene una activa presencia en las redes sociales.
Tanto Ponomarev como Maximiliano se identifican con ese credo político, aunque reconocen que la Legión colabora con los herederos de los voluntarios rusos de extrema derecha que pelearon en las filas ucranianas en 2014, que llegaron a sumar varios miles, según la estimación del ‘think tank’ Soufan Center.
“La oposición rusa está dividida entre los liberales como Kasparov, los nacionalistas (así define a los militantes de ideología neonazi) y nosotros, que somos izquierdistas radicales. Por ahora, compartimos un mismo objetivo: acabar con Putin. Cuando ganemos es obvio que cada uno seguirá su camino“, precisa Ponomarev.
Desde que consiguió su independencia, Ucrania ha sido uno de los refugios predilectos de la disidencia rusa. Por eso fue el destino más obvio que eligió el conocido periodista ruso Yevgeny Kyselyov cuando la llegada al poder de Putin acabó con su carrera en aquel país. Kyselyov llegó a ser uno de los personajes más populares de Rusia en los 90, cuando dirigía un programa en el estilo del ’60 Minutos’ de EEUU. Putin puso fin a aquellas veleidades democráticas y el presentador tuvo que exiliarse a Kiev a partir de 2008.
Sin embargo, su opinión sobre la oposición a Putin dista mucho de colocarles en el mismo plano que sus homólogos de Bielorrusia. “Es un auténtico caos. Me da vergüenza admitirlo”, asevera
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